LA VIA AUGUSTA: EL PRIMER CAMINO




A finales del siglo I a.C., dos siglos después de su llegada a la península ibérica, los romanos fundan la Colonia Iulia Augusta Faventia Paterna Barcino en una pequeña colina de unos 16 metros de altura, llamada Mons Táber en la edad media.



La hipótesis de una primera fundación romana en Montjuïc ha sido desestimada y se afirma que la fundación de la ciudad romana se produjo en tiempos del emperador Augusto, a finales del siglo I a.C., entre el 15 o 10 a.C.

Fue una fundación ex novo, aunque se ha documentada una presencia romana en la zona con anterioridad a dicho establecimiento. La razón de esta fundación es controlar administrativa y políticamente un territorio rico en productos agrícolas y punto de llegada del comercio que se desarrolla por el río Llobregat. El origen de la ciudad romana está en los castrum, asentamientos militares. Hay una coincidencia entre la organización de la ciudad y la de los campamentos militares en cuanto a la regularidad. Ambas estaban configuradas usando la planta ortogonal o en damero. Barcino es una ciudad de reducidas dimensiones aunque con excelentes edificios públicos.


Esta fundación tardía coincide con la apertura de una variante de la vía romana, la Via Augusta, atravesaba el levante español uniendo Roma con Tarraco y Cadiz. Esta variante pasará por el centro de la nueva ciudad y con el paso de los siglos se convierte en una larga calle aún presente en el entramado de calles de la ciudad antigua. 


Un paseo que recorre el  trazado de este primitivo camino a lo largo del distrito de Ciutat Vella. En época romana este camino servía para acceder a la ciudad. A partir del siglo X, con la recuperación de la ciudad, empezó a poblarse y, más tarde, quedó integrado en la ciudad medieval amurallada. Mientras Barcelona estuvo cerrada por las murallas, entre los siglos XIV y  XIX, este camino comunicaba dos portales: el Portal Nou y el Portal de Sant Antoni.

ITINERARIO: carrer Portal Nou > plaça Sant Agustí Vell > carrer Carders > carrer Corders > plaça de la Llana > carrer de la Bòria > plaça de l'Àngel > Baixada de la Llibreteria > carrer Llibreteria > plaça de Sant Jaume > carrer del Call > carrer Boqueria > Pla de la Boqueria > carrer de l'Hospital > plaça del Pedró > carrer Sant Antoni Abat


Nuestro punto de partida es el Arc de Triomf, construido en ladrillo por Josep Vilaseca como entrada monumental de la Exposición Universal de 1888. Cerca de este punto entraba el Rec Comtal, sistema de abastecimiento de agua que a partir del siglo X sustituyó a los acueductos romanos. Penetramos en las calles de Ciutat Vella por el carrer Portal Nou, recuerdo de la primitiva puerta de la muralla medieval, y seguidamente nos detenemos en la plaça Sant Agustí Vell, donde, además de un viejo abrevadero, destacan los restos del antiguo convento transformado en caserna militar a raíz de la reacción borbónica contra Barcelona después de la Guerra de Sucesión.



Continuamos por una serie de calles de recuerdo gremial, en primer lugar el carrer Carders, donde estaban instalados los fabricantes de cardes o utensilios usados para cardar la lana. La plaça de Sant Cugat, recuerdo de la antigua iglesia desaparecida durante la Guerra Civil. Después aprecen, al otro lado del camino el Hostal de la Bona Sort, un hostal para los viajeros que traían sus productos a la ciudad en el siglo XVII, y la Capella d’en Marcús, edificio románico vinculado al correo a caballo.  





A continuación por el carrer Corders, recuerdo de los fabricantes de cuerdas, llegamos a la plaça de la Llana, interesante rincón de la vieja Barcelona donde se desarrollaba el mercado de este producto. 

 


A continuación, por el carrer de la Bòria llegamos a la Via Laietana, fruto de la Reforma realizada a principios del siglo XX en las calles de Ciutat Vella para facilitar la comunicación entre el Eixample y el puerto. Atravesando esta gran avenida, llegamos a la plaça de l’Àngel, antiguo mercado medieval, hoy totalmente desfigurado. En este punto se encontraba una de las cuatro puertas que permitían el acceso a la ciudad romana. Cabe destacar también la presencia del nuevo eje de comunicación, paralelo a nuestra via augusta, el formado por las calles Princesa, Jaume I y Ferran, y que fue abierto en pleno siglo XIX, cuando Barcelona aún estaba encerrada dentro de las murallas.




Continuamos ahora por la antigua ciudad romana, siguiendo el cardo maximo, coincidente con la calles Baixada de la Llibreteria (antiguamente Baixada de la Presó) y Llibreteria, para llegar a la plaça de Sant Jaume, actual centro político y donde se encontraba el antiguo foro romano. Salimos de la ciudad romana por la el carrer del Call, recuerdo del barrio judío barcelonés.

Salimos de la ciudad romana por la el carrer Boqueria, al final del cual se abría una de las puertas de la muralla que recorría la Rambla a partir del siglo XIII. Salimos a la Rambla para detenernos en el Pla de la Boqueria, verdadero corazón de este popular paseo, conocido también como Pla de l’Os, y en el que destaca el mosaico de Joan Miró.

 


Tras atravesar la Rambla, entramos en el barrio del Raval por el carrer Hospital, donde nos encontramos una serie de edificios: la iglesia de sant Agustí, nuevo emplazamiento agustino después de la victoria borbónica en la Guerra de Sucesión, y el antiguo Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, resultado de la unión de los hospitales barceloneses y que estuvo activo  desde 1401 a 1929, siendo Antoni Gaudí uno de sus últimos pacientes. 




Siguiendo la calle llegamos a la Rambla del Raval, obra emblemática de la reforma que está experimentando el barrio del Raval.

Avanzando en nuestra passejada llegamos a la plaça del Pedró, presidida por el monumento a santa Eulalia, el monumento más antiguo de la ciudad. El actual monumento es obra del escultor y coleccionista Frederic Marès ya que el primitivo monumento desapareció durante la Guerra Civil. En esta plaza, donde se unen las calles Carme y Hospital, se encuentra también la capilla románica de sant Llàtzer, perteneciente al antiguo hospital de leprosos.




Para terminar, continuamos por el carrer de Sant Antoni Abat, donde se encontraba el antiguo convento de los antoninos y la casa de la Bolla, donde se cobraban los impuestos de los productos  que entraban a la ciudad por el Portal de Sant Antoni. Esta puerta era el lugar por donde salían las procesiones de los campesinos del barrio que pedían lluvia en época de sequía y también el lugar de recepción de las personalidades que entraban a la ciudad; Entre ellas la del emperador Carlos en 1519. 


Tras atravesar el espacio que ocupaba la puerta llegamos al mercat de Sant Antoni, un buen ejemplo de uno de los edificios de servicios para el nuevo barrio del Eixample en el que se usa la estructura metálica como material de construcción.

SANT PAU DEL CAMP

Visita a Sant Pau del Camp: el emplazamiento  del edificio en Barcelona, breve historia, la fachada (interpretación iconográfica), el claustro (capiteles, sepulcros), sala capitular (lápida de Guifé II), iglesia (arquitectura románica, la marca del diluvio).

Emplazado en el barrio del Raval, Sant Pau del Camp es una joya románica del siglo XII. La iglesia y el claustro del antiguo convento benedictino fueron reconstruidos entonces tras las destrucciones de Almanzor (985) y los almorávides (1114-1115). Como en el interior se conserva la lápida sepulcral del comte Guifré II, hijo del comte Guifré, muerto en 911, se sabe que ya entonces existía.

    El edificio tiene un gran interés artístico. Es de planta de cruz giriega, con tres ábsides. Està cubierta por bóvedas de cañón y una cúpula centralcoronada por una torre que da solidez al conjunto. La decoración exterior de los muros es a base de los clásicos arcos lombardos que descansan sobre ménsulas con caras en la fachada y motivos vegetales y cordadas en el ábside.  
   
    La fachada cuenta con capiteles visigóticos y una intensa decoración escultórica con un bello Tetramorfos rodeando una mano divina. En el tímpano hay tres figuras: Jesucristo en majestad en el centro, junto a San Pablo y San Pedro inclinados ante el señor.


El interior es acogedor. Sus dimensiones son reducidas (de la puerta al interior del ábside unos 24 m). La construcción románica, a base de muros sólidos que sostienen bóvedas de cañón nos produce  una sensación de estar en una especie de cueva, seguros. Un remanso de paz lo constituye el claustro, la joya del conjunto. Las cuatro galerias presentan arcos tri y penta lobulados, lo que lo hace único.


La decoración de los capiteles, con representaciones de luchas del bien y del mal justifican esta una visita.

 

CON LA CATEDRAL DEL MAR BAJO EL BRAZO: TRES ITINERARIOS

La novela de Ildefonso Falcones nos permite zambullirnos en la Barcelona del siglo XIV. Son muchas las cosas que encontramos en sus páginas. Como homenaje a la novela, a su autor y a la ciudad donde se desarrollan los hechos, proponemos tres visitas distintas a la ciudad para conocer los escenarios en los que se desarrollan los hechos que recoge la novela. El libro  será nuestra guía de viajes.

 
1. LOS PRIMEROS PASOS DE LA FAMILIA ESTANYOL
El primero es un paseo por los capítulos iniciales del libro. Para empezar nos fijaremos en la entrada de Bernat Estanyol en la ciudad en búsqueda de la libertad.

Desde su huida con Arnau, Bernat no había dejado de pensar en aquella ciudad, la gran esperanza de todos los siervos. Bernat los había oído hablar de ella cuando iban a trabajar las tierras del señor o a reparar las murallas del castillo o a hacer cualquier otro trabajo
tras perder sus tierras, … aquellos comentarios habían ido cobrando vida …
«Si se logra vivir en ella un año y un día sin ser detenido por el señor —recordaba haber escuchado—, se adquiere la carta de vecindad y se alcanza la libertad.».
Entramos en la vieja Barcelona por el mismo portal por el cual él entra acompañado de su hijo, veremos la ciudad que él vio y nos acercaremos hasta el barrio de los Escudellers, donde vive su familia.  Desde allí seguimos los pasos del pequeño Arnau por la ciudad, acompañado de su amigo Joanet, en búsqueda de su madre, lo que le ha de llevar hasta la  iglesia del mar. 
—Esto no es una catedral —oyeron a sus espaldas. Arnau y Joanet se miraron y sonrieron. Se volvieron e interrogaron con la mirada a un hombre fuerte y sudoroso cargado con una enorme piedra a sus espaldas. ¿Y qué es?, parecía decirle Joanet sonriendo—. La catedral la pagan los nobles y la ciudad; sin embargo esta iglesia, que será más importante y más bella que la catedral, la paga y la construye el pueblo.
—Si no es una catedral —intervino Arnau señalando las altas columnas ochavadas—, ¿qué es?
—Esta es la nueva iglesia que está levantando el barrio de la Ribera en agradecimiento y devoción a Nuestra Señora, la Virgen...
Arnau dio un respingo.
—¿La Virgen María? —lo interrumpió con los ojos abiertos de par en par.
—Por supuesto, muchacho —le contestó el hombre revolviéndole el cabello—. La Virgen María, Nuestra Señora de la Mar.
—Y..., ¿y dónde está la Virgen María? —preguntó de nuevo Arnau, con la mirada puesta en la iglesia.
—Allí dentro, en esa pequeña iglesia, pero cuando terminemos ésta, tendrá el mejor templo que ninguna Virgen haya podido tener jamás.

2. BASTAIX Y CANVISTA: LOS OFICIOS DE ARNAU EN LA CIUDAD DE LOS OFICIOS
El segundo paseo que proponemos hace referencia al mundo del trabajo. Curiosamente, Arnau trabajará en la ciudad de bastaix y canvista, dos oficios importantes pero opuestos ya que mientras los primeros se dedicaban al transporte de las mercancías en el interior de la ciudad, los segundos trabajaban con monedas y movían verdaderas fortunas.

"Los bastaixos son los arrieros de la mar; transportan las mercaderías desde la playa hasta los almacenes de los mercaderes, o al revés. Cargan y descargan las mercancías después de que los barqueros las hayan llevado hasta la playa.
—Entonces, ¿no trabajan en Santa María? —preguntó Arnau. —Sí. Los que más. —Àngel rió ante la expresión de los niños—. Son gente humilde, sin recursos, pero devotos de la Virgen de la Mar, más devotos que nadie. Como no pueden dar dinero para la construcción, la cofradía de los bastaixos se ha comprometido a transportar gratuitamente la piedra desde la cantera real, en Montjuïc, hasta pie de obra. Lo hacen sobre sus espaldas —Ángel hizo aquel comentario con la mirada perdida—, y recorren millas cargados con piedras que después tenemos que mover entre dos personas.
Arnau recordó la enorme roca que el bastaix había dejado en el suelo.
—¡Claro que trabajan para su Virgen! —insistió Àngel—, más que nadie".
"Arnau se fijó en sus compañeros: los rostros adormilados se transformaron en sonrisas. Algunos se desperezaron moviendo los brazos hacia atrás y hacia delante, preparando las espaldas. Arnau recordó cuando les daba agua, cuando los veía pasar por delante de él encorvados, apretando los dientes, cargados con aquellas enormes piedras. ¿Sería capaz? El temor atenazó sus músculos; quiso imitar a los bastaixos y empezó a desentumecerlos movién­dolos hacia delante y hacia atrás.
—Tu primera vez —le felicitó Ramon— No te preocupes, muchacho; piensa que cuando cargas piedras para la Virgen, parte del peso lo lleva ella.
Arnau se encorvó y tensó todos los músculos del cuerpo. Todos los presentes guardaron silencio. Los peones soltaron la piedra con suavidad y lo ayudaron a afianzar las manos en ella. Al notar el peso, se encorvó aún más y las piernas se le doblaron. Arnau apretó los dientes y cerró los ojos … Avanzó un pie. El propio peso de la piedra lo obligó a mover el otro y otra vez el primero... y de nuevo el segundo. Si paraba..., si paraba la piedra haría que cayera de bruces.
Sin embargo, no anduvo solo. Todos los bastaixos que salieron tras él le dieron fácilmente alcance y  acomodaron su paso al de Arnau durante algunos minutos … Arnau no los escuchaba. Ni siquiera pensaba. Su atención estaba puesta en aquel pie que debía aparecer desde detrás, y cuando lo veía avanzar por debajo de él y plantarse en el camino, volvía a esperar al siguiente; un pie tras otro, sobreponiéndose al dolor".
"¡Ésta! —Arnau señaló una pequeña casa de dos pisos, cerrada y con una cruz blanca en la puerta ... me gusta. ¿Es adecuada?
—Por supuesto. No podría ser mejor. Mira —le dijo señalándola—, está justo en la esquina de las dos calles de los cambistas: Canvis Nous y Canvis Vells. ¿Qué mejor casa que ésta?
Arnau miró hacia donde le señalaba Guillem. Canvis Vells llegaba hasta el mar, a la izquierda de donde se encontraban; Canvis Nous se abría frente a ellos. Pero Arnau no la había elegido por eso; ni siquiera se había dado cuenta de que aquellas calles fueran las de los cambistas, a pesar de haber andado por ellas en centenares de ocasiones. La casita se alzaba en el linde de la plaza de Santa María, frente a lo que sería el portal mayor del templo.
—Buen augurio —musitó para sí mismo".
Después de esta carrera laboral, Arnau seguirá ascendiendo y llegará a la cúspide cuando es nombrado cónsul de mar de Barcelona.

"Acababan de ofrecerle uno de los dos puestos de cónsul de la Mar de Barcelona, el máximo representante del comercio en la ciudad, juez en las disputas mercantiles, con jurisdicción propia, independiente de cualquier otra institución de Barcelona, arbitro de cualquier problema que se plantease en el puerto o que tuviesen sus trabajadores, y vigilante del cumplimiento de las leyes y las costumbres del comercio".
"… en todas esas ciudades —le contestó Guillem— existen consulados catalanes. Son como el Consulado de la Mar de Barcelona —aclaró—. En cada uno de esos puertos existe un cónsul, nombrado por la ciudad de Barcelona, que imparte justicia en materia comercial y que media en los conflictos que puedan surgir entre los mercaderes catalanes y las gentes o las autoridades del lugar. Todos los consulados tienen una alhóndiga. Son recintos amurallados en los que se hospedan los mercaderes catalanes y que están provistos de almacenes para guardar las mercaderías hasta que son vendidas o embarcadas de nuevo. Cada alhóndiga es como una parte de Cataluña en tierras extranjeras. Son extraterritoriales; quien manda en ellas es el cónsul, no las autoridades del país en que se encuentran.
—¿Y eso?
—A todos los gobiernos les interesa el comercio. Cobran impuestos y llenan sus arcas. El comercio es un mundo aparte, Arnau. Podemos estar en guerra con los sarracenos, pero ya desde el siglo pasado, por ejemplo, tenemos consulados en Túnez o Bugía, y pierde cuidado: ningún cabecilla moro violará las alhóndigas catalanas".
En este itinerario nos centramos en los restos del pasado menestral de la ciudad, en el período de los obradores y el trabajo y el comercio en la calle. Pasear por la Ribera es encontrarse con calles menestrales y descubrir como la ciudad ha crecido sobre esta base.

3. LOS JUDIOS EN LA CIUDAD Y EN EL LIBRO
La tercera visita que proponemos con la catedral del mar bajo el brazo se centra en el barrio de los judíos. La comunidad tiene mucha importancia en el libro: por una parte, en el libro podemos saber como la comunidad era maltratada en aquella época de dificultades, y por otra también podemos saber como era de importante su peso en la sociedad de la época.

"—Nosotros no creemos en Jesucristo como el Mesías; el Mesías todavía no ha llegado y el pueblo judío espera su venida —le contó en una ocasión Raquel.
—Dicen que vosotros lo matasteis.
—¡No es cierto! —contestó ella, ofuscada—. ¡Es a nosotros a los que siempre nos han matado y expulsado de donde estuviésemos!
—Dicen —insistió Arnau— que en la Pascua sacrificáis a un niño cristiano y os coméis su corazón y sus miembros para cumplir con vuestros ritos.
Raquel negó con la cabeza.
—¡Eso es una tontería! Tú has comprobado que no podemos comer carne que no sea kosher y que nuestra religión nos prohibe ingerir sangre, ¿qué íbamos a hacer con el corazón de un niño, con sus brazos o con sus piernas? Tú ya conoces a mi padre y al padre de Saúl; ¿los crees capaces de comerse a un niño?
—¿Y la hostia? —preguntó—; dicen también que las robáis para torturarlas y revivir el sufrimiento de Jesucristo.
Raquel gesticuló con las manos.
—Los judíos no creemos en la transubs... —Hizo un gesto de contrariedad. ¡Siempre se trababa con aquella palabra cuando hablaba con su padre!—. Transubstanciación —repitió de corrido.
—¿En la qué?
—En la transubs... tanciación. Para vosotros significa que vuestro Jesucristo está en la hostia, que la hostia es realmente el cuerpo de Cristo. Nosotros no creemos en eso. Para los judíos vuestra hostia no es más que un pedazo de pan. Sería bastante absurdo por nuestra parte torturar a un simple pedazo de pan.
—Entonces, ¿nada de lo que se os acusa es cierto?
—Nada.
—Pero sois usureros. Eso sí que no podéis negarlo.
Raquel iba a contestar cuando oyeron la voz de su padre.
—No. No somos usureros —intervino Hasdai Crescas acercándose a ellos y tomando asiento junto a su hija—; al menos no lo somos tal como lo cuentan. —Arnau permaneció en silencio a la espera de una explicación—. Mira, hasta hace poco más de un siglo, en el año 1230, los cristianos también prestaban dinero con intereses. Tanto judíos como cristianos lo hacíamos, pero un decreto de vuestro papa Gregorio IX prohibió a los cristianos el préstamo con intereses y, a partir de entonces, sólo los judíos y algunas otras comunidades como los lombardos continuamos practicándolo. Durante mil doscientos años los cristianos habéis prestado dinero con intereses. Lleváis poco más de cien años sin hacerlo, oficialmente —Hasdai remarcó la palabra—, y resulta que somos unos usureros.
—¿Oficialmente?
—Sí, oficialmente. Hay muchos cristianos que prestan dinero con intereses a través de nosotros. En cualquier caso quisiera explicarte por qué lo hacemos. En todas las épocas y en todos los lugares los judíos siempre hemos dependido directamente del rey. A lo largo de los tiempos nuestra comunidad ha sido expulsada de muchos países; lo fue de nuestra propia tierra, después lo fue de Egipto, más tarde, en 1183, de Francia, y pocos años después, en 1290, de Inglaterra. Las comunidades judías tuvieron que emigrar de un país a otro, dejar atrás todas sus pertenencias y suplicar a los reyes de los países a los que se dirigían, permiso para establecerse. En respuesta, los reyes, como sucede con los vuestros, suelen apropiarse de la comunidad judía y nos exigen grandes contribuciones para sus guerras y sus gastos. Si no obtuviéramos beneficios de nuestro dinero no podríamos cumplir con las desorbitadas exigencias de vuestros reyes y nos volverían a expulsar de donde nos encontramos".
"—Toda Europa cree que la peste se debe a los judíos. —Arnau lo interrogó con la mirada—. Dicen que en Ginebra, en el castillo de Chillón, algunos judíos han confesado que la peste ha sido extendida por un judío de Savoy que envenenaba los pozos con una pócima preparada por los rabinos.
—¿Es eso cierto? —le preguntó Arnau.
—No. El Papa los ha exculpado, pero la gente busca culpables.
Toda Barcelona confluyó en la judería y rodeó por los cuatro costados el barrio semiamurallado. Unos se colocaron en el norte, junto al palacio del obispo; otros en poniente, frente a las antiguas murallas romanas de la ciudad; otros se emplazaron en la calle del Bisbe, con la que lindaba la judería por oriente, y los más, entre ellos el grupo al que seguía Arnau, en el sur, en la calle de la Boquería y frente al Castell Nou, donde estaba la entrada al barrio. El griterío era ensordecedor. El pueblo clamaba venganza, aunque de momento se limitaba a gritar frente a las puertas, mostrando sus palos y sus ballestas.
El ataque contra la judería se prolongó dos días, durante los cuales las escasas fuerzas reales, unidas a los miembros de la comunidad judía, intentaron defender el barrio de los constantes asaltos a los que lo sometía un pueblo enloquecido y enfervorizado que, en nombre de la cristiandad, enarbolaba la bandera del saqueo y el linchamiento. Al final, el rey mandó tropas suficientes y la situación empezó a volver a la normalidad.
—¿Cómo terminó el asedio? —le preguntó en otra ocasión Arnau a Sahat.
—Doscientos hombres y mujeres asesinados. Muchas casas saqueadas o incendiadas.
—¡Qué desastre!"

Para saber sobre pestes, asaltos y odios irracionales nos paseamos por las páginas del libro que nos permiten descubrir mejor las calles del antiguo barrio judío de la ciudad.