BIEN SEA VENIDO: LA BARCELONA DEL QUIJOTE

Bien sea venido a nuestra ciudad el espejo, el farol, la estrella y el norte de toda la caballería andante
Con estos honores cuenta Cervantes que recibieron al Quijote en nuestra ciudad. Nosotros vamos a recorrer la Barcelona del Quijote. Saldremos del Palau de la Virreina, en la Rambla. Un par de armaduras en la fachada del edificio nos recuerdan el tiempo de los caballeros, el Quijote y el antiguo propietario, como buenos caballeros eran gente de armas.
Para seguir por buen camino usaremos la Segunda Parte del Quijote como guía. Siguiendo los capítulos 60 al 65 del libro sabremos las aventuras que el caballero vivió en sus escasos días en nuestra ciudad. El itinerario de la Barcelona del Qujiote nos lleva por:

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Llegando a Barcelona el Quijote encuentra al bandolero Roque Guinart y su gente. No hay duda que este personaje hace referencia l histórico bandolero Perot Rocaguinarda, quien deló el asalto por el ejército y fue un personaje muy popula ren su época. Él es el que facilita las coses a don Quijote. Rn nuestro itinerario nos detenemos en una calle dedicada a un tal Perot lo Lladre ¿será el famoso bandolero?
"Roque ... escribió una carta a un su amigo, a Barcelona, dándole aviso como estaba consigo el famoso don Quijote de la Mancha, aquel caballero andante de quien tantas cosas se decían, y que le hacía saber que era el más gracioso y el más entendido hombre del mundo, y que de allí a cuatro días, que era el de San Juan Bautista, se le pondría en mitad de la playa de la ciudad, armado de todas sus armas, sobre Rocinante su caballo, y a su escudero Sancho sobre un asno, y que diese noticia desto a sus amigos los Niarros, para que con él se solazasen ... Despachó estas cartas con uno de sus escuderos, que mudando el traje de bandolero en el de labrador, entró en Barcelona y la dio a quien iba".

El Quijote disfruta de su estancia con el bandolero que se muestra justo o implacable según convenga: 
"Tres días y tres noches estuvo don Quijote con Roque, y si estuviera trecientos años, no le faltara qué mirar y admirar en el modo de su vida: aquí amanecían, acullá comían, unas veces huían, sin saber de quién y ptras esperaban, sin saber a quién. Dormían en pie,... interrumpiendo el sueño, mudándose de un lugar a otro. Todo era poner espías, escuchar centinelas, soplar las cuerdas de los arcabuces, aunque traían pocos, porque todos se servían de pedreñales. Roque pasaba las noches apartado de los suyos, en partes y lugares donde ellos no pudiesen saber dónde estaba, porque los muchos bandos que el visorrey de Barcelona había echado sobre su vida le traían inquieto y temeroso, y no se osaba fiar de ninguno, temiendo que los mismos suyos, o le habían de matar, o entregar a la justicia: vida, por cierto, miserable y enfadosa".

Siguiendo con lo que cuenta el libro llegamos a la casa de la Confraria de la Santíssima Sang que se cuidaba de sepultar los cuerpos de los condenados a la horca. Cervantes lo cuenta antes de encontrarse con el bandolero:
"Levantose Sancho y desviose de aquel lugar un buen espacio y, yendo a arrimarse a otro árbol, sintió que le tocaban en la cabeza, y, alzando las manos, topó con dos pies de persona, con zapatos y calzas. Tembló de miedo, acudió a otro árbol y sucediole lo mesmo; dio voces llamando a don Quijote que le favoreciese. Hízolo así don Quijote y, preguntándole qué le había sucedido y de qué tenía miedo, le respondió Sancho que todos aquellos árboles estaban llenos de pies y de piernas humanas. Tentolos don Quijote y cayó luego en la cuenta de lo que podía ser, y díjole a Sancho:
—No tienes de qué tener miedo, porque estos pies y piernas que tientas y no vees sin duda son de algunos forajidos y bandoleros que en estos árboles están ahorcados; que por aquí los suele ahorcar la justicia cuando los coge, de veinte en veinte y de treinta en treinta, por donde me doy a entender que debo de estar cerca de Barcelona".

Ahora el titinerario se centra en las aventuras que vive don Quijote en a ciudad. sale a un balcón, come, ve una diabólica cabeza parlante en casa de su anfitrión con la que conversa, sales a pasear a caballo, se ve envueltoen un sarao con damas al final del cual cae rendido, visita una imprenta y viaja en unas galeres que detienen una nave enemiga.

La siguiente parada la hacemos en la imprenta que habría visitado el Quijote si realmente hubiera estado en Barcelona, la del tipógrafo Cormelles:
"Sucedió, pues, que yendo por una calle, alzó los ojos don Quijote, y vio escrito sobre una puerta, con letras muy grandes: Aquí se imprimen libros, de lo que se contentó mucho, porque hasta entonces no se había visto emprenta alguna y deseaba saber cómo fuese. Entró dentro, con todo su acompañamiento, y vió tirar en una parte, corregir en otra, componer en ésta, enmendar en aquélla, y finalmente, toda aquella máquina que en las emprentas grandes se muestra. Llegábase don Quijote a un cajón y preguntaba qué era aquello que allí se hacía; dábanle cuenta los oficiales, admirábase, y pasaba adelante.
(…) y vio que asimismo estaban corrigiendo otro libro, y preguntando su título, le respondieron que se llamaba la Segunda parte del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, compuesta por un tal vecino de Tordesillas.
- Ya yo tengo noticia deste libro –dijo don Quijote-, y en verdad y en mi conciencia que pensé que ya estaba quemado y hecho polvos, por impertinente; pero su San Martín se le llegará, como a cada puerco; que las historias fingidas tanto tienen de buenas y de deleitables cuanto se llegan a la verdad o semejanza della, y las verdaderas, tanto son mejores cuanto son más verdaderas.
Y diciendo esto, con muestras de algún despecho, se salió de la  imprenta".

Este libro que ve imprimir en la imprenta es el llamado falso Quijote, el Quijote Apócrifo o de Avellaneda, escrito antes de la publicación de la segunda parte de Cervantes. Como la intención de Cervantes es desacreditar este libro que ha usado como protagonista al personaje creado por él cambiará el destino del Quijote y lo hace venir a Barcelona y no a Zaragoza como había previsto según cuenta al final de la primera parte:
"la fama ha guardado en las memorias de la Mancha, que don Quijote, la tercera vez que salió de su casa, fue a Zaragoza, donde se halló en unas famosas justas que en aquella ciudad hicieron".

Pero finalmente cambia de opinión y afirma:
"no pondré los pies en Zaragoza, y así sacaré a la plaza del mundo la mentira de ese historiador moderno"

Así cuenta que
"Era fresca la mañana y daba muestras de serlo asimesmo el día en que don Quijote salió de la venta, informándose primero cuál era el más derecho camino para ir a Barcelona, sin tocar en Zaragoza: tal era el deseo que tenía de sacar mentiroso aquel nuevo historiador que tanto decían que le vituperaba".

El Quijote tiene decidido participar en “otras justas que hay en Barcelona”. Éstas han sido muy bien estudiadas por el maestro Agustí Duran i Sanpere en La societat i l’organització del treball, el segundo volumen de la magnífica Barcelona i la seva història (págs. 171-259). Documentaba que:
“Los caballeros de Cataluña, movidos con aquel celo que conviene a personas que son nervioy fuerza, valor y defensa del reino, deseando ser útiles a su rey y a su propia patria, loablemente instutuyeron en algunas ciudades cofradies de ejercicios miltares en defens de aquel ... bajo la invocación del glorioso caballero y mártir de Jesucristo Sant Jorge, patró de la Corona de Aragón ... y principalmente a la Diputación General de Cataluña tocaría instituir, reformar y ordenar los capítulos útiles para el buen desarrollo de dicho ejercicio militar, y para mejor y con más comodidad pueda hacer determinaron que el diputado militar que sea prior de dicha Cofraria y los gastos ordinarios se paguen a costas del General de Cataluña"

 
Dejaremos las ceremonias caballerescas ya que al Quijote le ocurren otras. En casa de su anfitrión verá una misteriosa cabeza parlante:
"Ahora, señor don Quijote, que estoy enterado que no nos oye y escucha alguno, y está cerrada la puerta, quiero contar a vuestra merced una de las más raras aventuras, o, por mejor decir, novedades que imaginarse pueden, con condición que lo que a vuestra merced dijere lo ha de depositar en los últimos retretes del secreto.
- Así lo juro (...) quiero que sepa vuestra merced trasladar lo que tiene en su pecho en el mío y hacer cuenta que lo ha arrojado en los abismos del silencio.
- En fe de esa promesa (...) quiero poner a vuestra merced en admiración con lo que viere y oyere, y darme a mí algún alivio de la pena que me causa no tener con quien comunicar mis secretos, que no son para fiarse de todos.
Suspenso estaba don Quijote, esperando en qué habían de parar tantas prevenciones. En esto tomándole la mano don Antonio, se la paseó por la cabeza de bronce y por toda la mesa, y por el pie de jaspe ... y luego dijo:
- Esta cabeza, señor don Quijote, ha sido hecha y fabricada por uno de los mayores encantadores y hechiceros que ha tenido el mundo, que creo era polaco de nación y discípulo del famoso Escotillo de quien tantas maravillas se cuentan, el cual estuvo aquí en mi casa, y por precio de mil escudos que le di labró esta cabeza, que tiene propiedad y virtud de responder a cuantas cosas al oído le preguntaren. Guardó rumbos, pintó caracteres, observó astros, miró puntos, y finalmente, la sacó con la perfección que veremos mañana; porque los viernes está muda, y hoy, que lo es, nos ha de hacer esperar hasta mañana.
... Admirado quedó don Quijote de la virtud y propiedad de la cabeza, y estuvo por no creer a don Antonio. Pero por ver cuán poco tiempo había para hacer la experiencia, no quiso decirle otra cosa sino que le agradecía el haberle descubierto tan gran secreto".

Intrigado, el Quijote esperará  ver el prodigio que habla:
"El primero que se llegó al oido de la cabeza fue el mismo don Antonio, y díjole en voz sumisa, pero no tanto, que de todos no fuese entendida:
- Dime, cabeza, por la virtud que en ti se encierra: ¿qué pensamientos tengo yo agora?
Y la cabeza respondió, sin mover los labios, con voz clara y distinta, de modo que fue de todos entendida, esta razón:
- Yo no juzgo pensamientos
Oyendo lo cual todos quedaron atónitos, y más viendo que en todo el aposento ni al derredor de la mesa no había persona humana que responder pudiese.
- ¿Cuántos estamos aquí? –tornó a preguntar don Antonio.
Y fuele respondido por el propio tenor, paso:
- Estáis tu y tu mujer, con dos amigos tuyos, y dos amigas de ella, y un caballero famoso llamado don Quijote de la Mancha, y un su escudero que Sancho Panza tiene por nombre.
¡Aquí si fue el admirarse de nuevo; aquí sí que fue el erizarse los cabellos a todos, de puro espanto!. Y apartándose don Antonio de la cabeza, dijo:
-Esto me basta para darme a entender que no fui engañado del que te me vendió, ¡cabeza sabia, cabeza habladora, cabeza respondona, y admirable cabeza! Llegue otro y pregúntele lo que quisiere.
Y como las mujeres de ordinario son presurosas y amigas de saber, la primera que se llegó fue una de las dos amigas de la mujer de don Antonio, y lo que le preguntó fue:
-Dime cabeza, ¿que haré yo para ser muy hermosa?
Y fuele respondido:
-Sé muy honesta.
-No te pregunto más –dijo la preguntanta.
Luego la compañera, y dijo:
-Querría saber, cabeza, si mi marido me quiere bien, o no.
Y respondiéronle:
-Mira las obras que te hace, y echarlo has de ver.
(...)
Luego llegó uno de los dos amigos de don Antonio, y preguntóle:
-¿Quién soy yo?
Y fuele respondido (...)
- eres don Pero Noriz
- (...) esto basta para entender, ¡oh, cabeza!, que lo sabes todo.
(...) Llegóse la mujer de don Antonio, y dijo:
- Yo no sé, cabeza, qué preguntarte, sólo quería saber de ti si gozaré muchos años de buen marido.
Y respondiéronle:
- Sí gozarás, porque su salud y su templanza en el vivir prometen muchos años de vida, la cual muchos suelen acortar por su destemplanza.
Llegóse luego don Quijote, y dijo:
- Dime tú, el que respondes: ¿fue verdad o fue sueño lo que yo cuento que me pasó en la cueva de Montesinos? ¿Serán ciertos los azotes de Sancho mi escudero? ¿Tendrá efecto el desencanto de Dulcinea?
- A lo de la cueva –respondieron-, hay mucho que decir: de todo tiene; los azotes de Sancho irán de despacio; el desencanto de Dulcinea llegará a debida ejecución.
- No quiero saber más –dijo don Quijote (...)
El último preguntante fue Sancho, y lo que preguntó fue:
- Por ventura, cabeza, tendré otro gobierno? ¿Saldré de la estrecheza de escudero? ¿Volveré a ver a mi mujer y a mis hijos?
A lo que respondieron:
- Gobernarás en tu casa, y si vuelves a ella, verás a tu mujer y a tus hijos, y dejando de servir, dejarás de ser escudero.
- ¡Bueno par Dios! –dijo Sancho Panza-. Esto yo me lo dijera. No dijera más el profeta Perogrullo (...) quisiera yo que se declarara más y me dijera más.
(...) acabaron las preguntas y las respuestas. Pero no se acabó la admiración en que todos quedaron, excepto los dos amigos de don Antonio, que el caso sabían. El cual quiso Cide Hamete Benengeli declarar luego, por no tener suspenso al mundo, creyendo que algún hechicero y extraordinario misterio en la tal cabeza se encerraba, y así, dice que don Antonio Moreno, a imitación de otra cabeza que vio en Madrid, fabricada por un estampero, hizo ésta en su casa, para entretenerse y suspender a los ignorantes (...) La cabeza, que parecía medalla y figura de emperador romano, y de color de bronce, estaba toda hueca, y ni más ni menos la tabla de la mesa, en que se encajaba tan justamente (...)  El pie de la tabla era asimesmo hueco, que respondía a la garganta y pechos de la cabeza, y todo esto venía a responder a otro aposento que debajo de la estancia de la cabeza estaba. Por todo este hueco de pie, mesa, garganta y pechos de la muralla y figura referida (...) iba la voz de arriba abajo y de abajo arriba, en palabras articuladas y claras, y de esta manera no era posible conocer el embuste (...)
Y dice más Cide Hamete: que hasta diez o doce días duró diez o doce días duró esta maravillosa máquina; pero que divulgándose por la ciudad que don Antonio tenía en su casa una cabeza encantada, que a cuantos le preguntaban respondía, temiendo no llegase a los oídos de las despiertas centinelas de nuestra Fe, habiendo declarado el caso a los señores inquisidores, le mandaron que lo deshiciese y no pasase más adelante, porque el vulgo ignorante no se escandalizase (...)"

Cervantes nos cuenta el truco de la cabeza parlante, pero nosabemos cuales eran los que hacía el mago ante el que nos hemos detenido, Fructuós Canonge, el Merlín catalán.

Seguimos caminando y llegamos a la calle que la ciudad le dedica a Cervantes.La ciuda le devuelve las loanzas vertidas sobre la ciudad:
"Barcelona, archivo de la cortesía, albergue de los estrangeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, vengança de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades y en sitio y en belleza única. Y aunque los sucesos que me han sucedido no son de mucho gusto sino de mucha pesadumbre, los llevo sin ella, sólo por el hecho de haberla visto".

A esta añademos la que aparece en Las Dos Doncellas, una de Las Novelas Ejemplares
"Admiróles el hermoso sitio de la ciudad, y la estimaron por flor de las más bellas ciudades del mundo, honra de España, temor y espanto de los circunvecinos y apartados enemigos, regalo y delicia de sus moradores, amparo de los extranjeros, escuela de la caballería, ejemplo de lealtad y satisfacción de todo aquello que de una grande, famosa, rica y bien fundada ciudad puede pedir un discreto y curioso deseo".

Dónde le debieron ocurrir estas y otras cosas a don Quijote no es fácil de saber. Cervantes no da una pista clara. Si seguimos a los expertos en la obra cervantina y en la historia de la ciudad pondremos algo de luz. Contaba Martí de Riquer que en los tiempos quijotescos la calle principal donde estaria la casa del tal Antonio Moreno debia ser més el carrer Ample, eix de la ciutat moderna, y no el de Montcada, eix de la ciutat medieval.

 
En casa de Antonio Moreno el Quijote es bien acogido:
"Lo primero que hizo fue desarmar a don Quijote y sacarle a vistas con aquel su estrecho y escaramuzado vestido (...) a un balcón que salía a una calle de las más principales de la ciudad, a vista de las gentes y de los muchachos, que como a mona le miraban".

Esta no es la única vez que muestran en público a su curioso huésped:
"Sacaron a pasear a don Quijote, no armado, sino de rúa, vestido un balandrán de paño leonado, que pudiera hacer sudar en aquel tiempo al mismo hielo (...) Iba don Quijote, no sobre Rocinante, sino sobre un gran macho de paso llano, y muy bien aderezado. Pusiéronle el balandrán, y en las espaldas, sin que lo viese, le cosieron un pergamino, donde le escribieron con letras grandes: Éste es don Quijote de la Mancha. En comenzando el paseo, llevaba el rétulo los ojos de cuantos venían a verle, y como leían: “Éste es don Quijote de la Mancha”, admirábase don Quijote de ver que cuantos le miraban le nombraban y conocían; y volviéndose a don Antonio, que a iba a su lado, le dijo:
- Grande es la prerrogativa que encierra en sí la andante caballería, pues hace conocido y famoso al que profesa por todos los términos de la tierra. Si no, mire vuestra merced, señor don Antonio, que hasta los muchachos desta ciudad, sin nunca haberme visto, me conocen.
-Así es, señor don Quijote –respondió don Antonio- que así como el fuego no puede estar escondido y encerrado, la virtud no puede dejar de ser conocida, y la que se alcanza por la profesión de las armas resplandece y campea sobre todas las otras".

Satisfecho estaría el caballero de ser reconocido por los ciudadanos, pero aún le esperan nuevas aventuras en aquella casa:
"Llegó la noche, volviéronse a casa; hubo sarao de damas, porque la mujer de don Antonio, que era señora principal y alegre, hermosa y discreta, convidó a otras sus amigas a que viniesen a honrar a su huésped y a gustar de sus nunca vistas locuras. Vinieron algunas, cenóse espléndidamente y comenzóse el sarao casi a las diez de la noche. Entre las damas había dos de gusto pícaro y burlonas, y, con ser muy honestas, eran algo descompuestas, por dar lugar que las burlas alegrasen sin enfado. Éstas dieron tanta prisa en sacar a danzar a don Quijote, que le molieron, no sólo el cuerpo, pero el ánima. Era cosa de ver la figura de don Quijote, largo, tendido, flaco, amarillo, estrecho en el vestido, desairado, y sobre todo, no nada ligero. Requebrábanle como a hurto las damiselas, y él, también como a hurto, las desdeñaba; pero viéndose apretar de requiebros, alzó la voz y dijo:
- ¡Fúgite, partes adversae! Dejadme en mi sosiego, pensamientos mal avenidos. Allá os avenid, señoras, con vuestros deseos; que la que es reina de los míos, la sin par Dulcinea del Toboso, no consiente que ningunos, otros que los suyos me avasallan y rindan.
Y diciendo esto, se sentó en mitad de la sal, en el suelo, molido y quebrantado de tan bailador ejercicio. Hizo don Antonio que le llevasen en peso a su lecho, y el primero que asió dél fue Sancho, diciéndole (...) hombre hay que se atreverá a matar a un gigante antes que hacer una cabriola (...) y dió con su amo en la cama, arropándolo para que sudase la frialdad de su baile".


La siguiente parada es en la denominada Casa Cervantes, donde la tradición sitúa la estancia del escritor en la ciudad. No hay duda que Cervantes estuvo en nuestra ciudad pero no hay datos para saberlo de una manera certera. Se han dado dos fechas. La primera durante la juventud del escritor, en 1569, cuando, huyendo de la corte por haber herido con un arma a uno de sus miembros, se embarca en nuestra ciudad con destino a Italia. La segunda corresponde a la etapa de madurez, en 1610, cuando viene a entrevistarse con el Conde de Lemos, recientemente nombrado virrey de Nápoles y quien desea que le acompañe una corte de intelectuales. La entrevista no será satisfactoria para el escritor que, no obstante, podrá disfrutar de la ciudad y sus gentes.


Hemos llegado al mar, el punto idóneo para recordar la legada del caballero, acompañado del bandolero y su visión delmar. la descripción de Cervantes es extraordinaria: 
"Por caminos desusados, por atajos y sendas encubiertas, partieron Roque, don Quijote y Sancho con otros seis escuderos a Barcelona. Llegaron a su playa la víspera de San Juan en la noche (...)
Volvióse Roque; quedóse don Quijote esperando el día, así, a caballo, como estaba, y no tardó mucho cuando comenzó a descubrirse por los balcones del Oriente la faz de la blanca aurora, alegrando las yerbas y las flores (...) Dio lugar la aurora al sol que, un rostro mayor que el de una rodela, por el más bajo horizonte poco a poco se iba levantando.
Tendieron don Quijote y Sancho la vista por todas partes: vieron el mar, hasta entonces dellos no visto; parecióles espaciosísimo y largo, harto más que las lagunas de Ruidera, que en la Mancha habían visto (...) al mesmo instante alegraron también el oído el son de muchas chirimías y atabales, ruido de cascabeles, “¡trapa, trapa, aparta, aparta!” de corredores, que al parecer, de la ciudad salían.
Las galeras que estaban en la playa se descubrieron llenas de flámulas y gallardetes, que tremolaban al viento y besaban y barrían el agua. Dentro sonaban clarines, trompetas y chirimías, que cerca y lejos llevaban el aire de suaves y belicosos acentos. Comenzaron a moverse y a hacer a modo de escaramuza por las sosegadas aguas, correspondiéndoles casi al mismo modo infinitos caballeros que de la ciudad sobre hermosos caballos y con vistosas libreas salían. Los soldados de las galeras disparaban infinita artillería, a quien respondían los que estaban en las murallas y fuertes de la ciudad, y la artillería gruesa con espantoso estruendo rompía los vientos, a quien respondían los cañones de crujía de las galeras. El mar alegre, la tierra jocunda, el aire claro, sólo tal vez turbio del humo de la artillería, parece que iba infundiendo y engendrando gusto súbito en todas las gentes".

Además de la llegada el puerto nos permite concer otra de las aventuras vividas por don Quijote en la ciudad como es la visita a las galeras que protegen la costa barcelonesa del ataque de los piratas.  
"Aquel mesmo día ordenó don Antonio de llevarle a ver las galeras que en la playa estaban (...) Avisó don Antonio al cuatralbo de las galeras como aquella tarde había de llevar a verlas a su huésped el famoso don Quijote de la Mancha, de quien ya el cuatralbo y todos los vecinos de la ciudad tenían noticias".

Dejando al margen las aventuras que el Quijote y Sancho viven a bordo de las galeras hay que destacar que las galeras del libro están perfectamente documentadas. se trataba de cuatro naves con nombres de santo y feron botadas y bendecidas, la primera, llamada de sant Jordi, en 1607, la segunda, la de Sant Maurici o Maurícia y la tercera, la de Sant Ramon o la Ramona, en 1608, i la última, la de Sant Sebastià o Sebastiana, en 1609. No duraron mucho ya que en 1623 la escuadra desaparece presa de los piratas. 


Y ya casi sin darnos cuenta terminan las aventuras de don Quijote. Un final triste:
"Y una mañana, saliendo don Quijote a pasearse por la playa armado de todas sus armas, porque (...) ellas eran sus arreos, y su descanso el pelear y (...) vio venir hacia él un caballero, armado asimismo de punta en blanco, que en el escudo traía pintada una luna resplandeciente; el cual, llegándose a trecho que podía ser oído, en altas voces, encaminando sus razones a don Quijote, dijo:
- Insigne caballero y jamás como se debe alabado don Quijote de la Mancha, yo soy el Caballero de la Blanca Luna, cuyas inauditas hazañas quizá te la habrán traído a la memoria. Vengo a contender contigo y a probar la fuerza de tus brazos, en razón de hacerte conocer y confesar que mi dama, sea quien fuere, es sin comparación más hermosa que tu Dulcinea del Toboso; la cual verdad si tú la confiesas de llano en llano, escusarás tu muerte y el trabajo que yo he de tomar en dártela; y si tú peleares y yo te venciere, no quiero otra satisfacción sino que dejando las armas y absteniéndote de buscar aventuras, te recojas y retires a tu lugar por tiempo de un año, donde has de vivir sin echar mano a la espada, en paz tranquila y en provechoso sosiego, porque así conviene al aumento de tu hacienda y a la salvación de tu alma. Y si tú vencieres, quedará a tu discreción mi cabeza, y serán tuyos los despojos de mis armas y caballo, y pasará a la tuya la fama de mis hazañas.
Don Quijote quedó suspenso y atónito, así de la arrogancia del Caballero de la Blamnca Luna como de la causa por que le desafiaba, y con reposo y ademán severo le respondió:
- Caballero de la Blanca Luna, cuyas hazañas hasta agora no han llegado a mi noticia, yo osaré jurar que jamás habéis visto a la ilustre Dulcinea; que si visto la hubiérades, yo sé que procurárades no poneros en esta demanda, porque su vista os desengañara de que no ha habido ni puede haber belleza que con la suya comparar se pueda. Y así, no diciéndoos que mentís, sino que no acertáis en lo propuesto, con las condiciones que habéis referido acepto vuestro desafío (...) Tomad, pues, la parte del campo que quisiéredes; que yo haré lo mesmo, y a quien Dios se la diere, san Pedro se la bendiga.
Don Quijote (...) encomendándose al cielo de todo corazón y a su Dulcinea (como tenía costumbre al comenzar de las batallas que se le ofrecían), tornó a tomar otro poco más del campo, porque vio que su contrario hacía lo mesmo, y sin tocar trompeta ni otro instrumento bélico que le diese señal de arremeter, volvieron entrambos a un mesmo punto las riendas a sus caballos; y como era más ligero el de la Blanca Luna, llegó a don Quijote a dos tercios andados de la carrera, y allí le encontró con tan poderosa fuerza, sin tocarle con la lanza –que la levantó al parecer, de propósito-, que dio con Rocinante y con don Quijote por el suelo una peligrosa caída. Fue luego sobre él, y poniéndole la lanza sobre la visera, le dijo:
-Vencido sois (...) y aun muerto, si no confesáis las condiciones de nuestro desafío.
Don Quijote, molido y aturdido, sin alzarse la visera, como si hablara dentro de una tumba, con voz debilitada y enferma, dijo:
- Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza, y quítame la vida, pues me has quitado la honra".


"Levantaron a don Quijote, descubriéronle el rostro y hallárosle sin color y trasudando. Rocinante, de puro malparado, no se pudo mover por entonces. Sancho, todo triste, todo apesarado, no sabía qué decirse ni que hacerse: apréciale que todo aquel suceso pasaba en sueños y que toda aquella máquina era cosa de encantamiento. Veía a su señor rendido y obligado a no tomar armas en un año; imaginaba la luz de la gloria de sus hazañas escurecida, las esperanzas de sus nuevas promesas deshechas, como se deshace el humo con el viento (…)
Finalmente, con una silla de manos ... le llevaron a la ciudad ..."


Los últimos días de don Quijote en Barcelona se entiende uqe sean de gran pesadumbre:
"Seis días estuvo don Quijote en el lecho, marrido, triste, pensativo y malacondicionado, yendo y viniendo con la imaginación en el desdichado suceso de su vencimiento. Consolábale Sancho, y, entre cosas le dijo:
- Señor mío, alce vuestra merced la cabeza y alégrese, si puede, y dé gracias al cielo que, ya que le derribó en tierra, no salió con alguna costilla quebrada, y pues sabe que donde las dan las toman (…), volvámonos a nuestra casa y dejémonos de andar buscando aventuras por tierras y lugares que no sabemos; y si bien se considera, yo soy aquí el más perdidoso, aunque es vuestra merced el más malparado.
Al salir de Barcelona, volvió don Quijote a mirar el sitio donde había caído y dijo:
- ¡Aquí fue Troya! ¡Aquí mí desdicha, y no mi cobradía, se llevó mis alcanzadas glorias; aquí usó la fortuna conmigo de sus vueltas y revueltas; aquí se oscurecieron mis hazañas; aquí, finalmente, cayó mi ventura para jamás levantarse!
Oyendo lo cual Sancho, dijo:
- Tan de valientes corazones es, señor mío, tener sufrimiento en las desgracias como alegría en las prosperidades
Muy filósofo estás, Sancho –respondió don Quijote- (...) Lo que te sé decir es que no hay fortuna en el mundo, ni las cosas que en él suceden, buenas o malas que sean, vienen acaso, sino de particular providencia de los cielos, y de aquí viene lo que suele decirse: que cada uno es artífice de su ventura".   


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